A los veintiséis segundos el tren blanco estuvo a punto de descarrilar, pero Mourinho supo arreglarlo a tiempo. Por el Bernabéu pasó un Rayo Vallecano sin complejos que no vino a encerrarse.
En la primera jugada del partido, Lass hizo una entrega a mala entrega que provocó el gol del Rayo. Los cimientos del Bernabéu comenzaron a temblar. Los minutos siguientes fueron de nervios y de un Madrid que atacaba más con el corazón que con la cabeza. No obstante, el Rayo no se asustó y siguió apretando las tuercas a un equipo al que sus jugadores les temblaban las piernas por lo que podría venirles encima.
El tranquilizante llegó a la media hora. Fue Özil. No es que el alemán diera un recital de juego, pero con su entrada el Madrid se sosegó y empezó a jugar con cabeza en lugar de a impulsos. El sacrificado fue Lass, al que Mourinho dio muestras de cariño antes de que el francés pudiera hacer algún mal gesto. El cambio supuso para Mourinho reconocer que se había equivocado. Pero fue valiente para reconocerlo.
Con Özil y Xabi el Madrid empezó a jugar, porque por muy bueno que sea el tolosarra, él solo no puede contra los tres centrocampistas del equipo rival. No obstante, el primer gol no fue a base de juego, sino a la contra. A Tito se le resbaló el balón en un saque de banda, y eso no está permitido cuando juegas con el Madrid. Y menos cuando hay un tres para tres. Y mucho menos si el que conduce es Cristiano Ronaldo. Fue Kaka el que entregó la pelota al portugués para que en tres toques se plantara en el área contraria e hiciera gol por debajo de las piernas de Dani.
El Madrid había conseguido lo peor: recuperarse del shock que había supuesto el primer gol del Rayo. El segundo vino de falta. Xabi Alonso tomó galones ante un Cristiano Ronaldo que ya había desperdiciado varias faltas y colgó la pelota al área pequeña. Los jugadores del Rayo tiraron el fuera de juego, pero el Madrid no cayó en la trampa y se plantó con tres jugadores delante del portero. Ramos saltó más que Dani y dejó la pelota para que Higuain la metiera a puerta vacía. El Madrid había conseguido arreglar el desaguisado antes del descanso.
La segunda parte parecía más normal. Por lo menos no empezó con un gol en segundo veintiséis. Pero el partido cambió en cinco minutos, aunque las consecuencias no se notaron demasiado. En el 52 Cristiano hizo el tres a uno en un penalti de Movilla a Kaka. El partido parecía estar sentenciado. En el 55 Michu hizo el tres a dos. El Rayo se metía en el partido. En el 57 expulsaron a Di María. Podría decirse que el que expulsó a Di María fue el mismo Di María. En el minuto 16 hizo una entrada similar a la del Levante. Es decir, que no venía a cuento. Y en el 57 cortó con la mano en el centro del campo un balón sin peligro. El argentino estaba acelerado y pagó su exceso de fogosidad.
Pero en realidad el partido no cambió tanto. El Rayo se vino arriba y el Madrid se relamía el chorreo de contragolpes que podía generar. Aunque el cuarto tampoco vino a la contra. Fue en un córner en el que Varane remató a la remanguillé con la espuela. El joven jugador francés no tuvo un mal debut en el feudo blanco y cuajó un buen partido en defensa junto a Albiol, el cual disputaba sus primeros minutos en liga.
Ya sí que el partido estaba sentenciado. Era muy difícil que el Rayo remontara dos veces. Benzema, al que le había tocado rotar entró en lugar de Higuain y marcó un buen gol desde fuera del área al primer toque. Suave. Con rosca. Pegado al palo. Como le gustan a él. Cristiano hizo el sexto de penalti. Llevaba tres partidos sin marcar y contra el Rayo hizo tres. Para no bajar la media.
Una victoria balsámica para tranquilizar a todos. A los jugadores. Al entrenador. A la afición. Pero una victoria a la que debe darle continuidad el martes en Champions ante el Ajax. Un partido que servirá para ver si el Madrid vuelve de su ausencia o si hay que seguir preocupándose.